«Pero para construir la azada de cobre, el herrero le había pedido como paga cinco medidas de cebada, cinco haces de caña y dos esteras trenzadas.» Lanzotti, Paolo (1999). Kengi y la magia de las palabras. Ediciones SM, 24.
«La casa no tenía ventanas, y la luz, tenue, se filtraba por las aberturas del techo. El mobiliario era prácticamente inexistente: solo algunas esteras colocadas aquí y allá para sentarse y dormir.» Lanzotti, Paolo (1999). Kengi y la magia de las palabras. Ediciones SM, 39.