fiesta propia del medio rural gallego. Se trata de un encuentro entre los vecinos de las parroquias más cercanas, que durante dos o tres días a la semana se reunían a la caída del sol, en los meses de invierno, para tocar, cantar y bailar. Hoy en día esta tradición está siendo impulsada de nuevo, aunque con pequeños matices técnicos y de emplazamiento.