"Al principio me fue punto menos que imposible enrielarme en la lectura: las letras empezaron a jugar conmigo al escondite: se empequeñecían y saltaban como pulgas; algunas adoptaban de improviso una especie de camouflage y me hacían entender disparates morrocotudos […]" (Sienna, Pedro, 1893-1972. La caverna de los murciélagos. Editado en Santiago por Nascimento el año 1924. Página 38 [1])