Miguel deseaba explorar ese mundo que intuía magnífico más allá de la puerta. Pidió a la abuela que le permitiera instalarse en alguno de los sillones de la parte deshabitada de la casa, pero ella contestó que ni hablar del peluquín y que ya había oído lo que el médico había dichoIgnacio Martínez de Pisón. La ternura del dragón. Página 9. Editorial: Anagrama.