"Y si de allí del Paraíso no sale, paresçe aún muy mayor maravilla, porque no creo que sepan en el mundo de río tan grande y tan fondo, al cual no puede llegar e en algunos lugares sondé el piélago con ochenta brazas de cordel, e colgado d' él doze libras de plomo." Anónimo (1498) “Relación del Tercer Viaje de Colón”. En: Textos y documentos completos de Cristóbal Colón. Madrid: Alianza, p. 380–1
"Se echaba siempre al piélago para amar a las sirenas." Cardoza y Aragón, Luis (1985) Guatemala. Las líneas de su mano. Managua: Nueva Nicaragua, p. 226
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En particular, zona del piélago1 alejada de las costas
"No se contentaron con descubrir de qué manera, a pesar de las tormentas, y a riesgo de naufragios, podrían construirse bajeles que pusieran en comunicación las apartadas orillas; no se contentaron con que en la inmensidad del piélago, donde no se veía ribera, hubiera para su rumbo señales en el cielo, y que en las caliginosas noches en que se encapotaba el firmamento, quedara a bordo la brújula que señala el polo." Díaz, Nicomedes Pastor (1996 [1848]) Los problemas del socialismo. Barcelona: Anthropos, p. 641–2
"Hemos navegado por regiones submarinas, muy próximos al piélago; algas y líquenes palparon nuestras pieles desnudas; a veces un rayo refractado iluminaba de extrañas fosforescencias una zona movediza; en otras, temimos la embestida de los monstruos, el roce frío y mortal de los cetáceos." Portal, Marta (1983) Pago de traición. Barcelona: Planeta, p. 27
"Como lo vemos también muchas vezes en las crecientes y avenidas de los ríos, que con la furia que llevan en unas partes, inchen los piélagos hondos, y en otras se pierden los vados, y en su lugar quedan pozos y piélagos." de Torquemada, Antonio (1994 [1569]) Jardín de flores curiosas. Madrid: Turner, p. 639
"quiera Dios que te defienda / d'este piélago de males, / lazo de los vmanales, / çimiento de su contienda". Manrique, Gómez (2003 [1480]) “Ataja la fabla contra la Enbidia”. En: Cancionero de Gómez Manrique. Madrid: Cátedra, p. 522
"Curiosamente, al abordar el conjunto del grabado, una extraña sucesión de ideas subsume a Augusto Jota en un piélago de meditaciones y reservas en las que sus dos hijos desempeñan un papel que ni él mismo es capaz de discernir del todo." Moreno-Durán, R. Humberto (1988 [1981]) El toque de Diana. Bogotá: Tercer Mundo, p. 91