Padecía mi esposa divertidísimos achaques, unos acabados en algias, como neuralgias, gastralgias y cefalalgias; otros en agias, como hemorragias; otros en emia, como anemia...; pero todo ello hablando en cristiano, se podía encerrar en dos síntomas funestos: debilidad del organismo gastado, pérdidas de sangre que agotaban su escaso caudal de vigorEmilia Pardo Bazán. Doña Milagros. Página 8. Editorial: Tecnibook Ediciones.