"Los chiquillos celebraban a más no poder. Algunas veces, dejando inconcluso el cuento, se quedaba dormido ahí misrno y dos vecinos tenían que arrastrarlo a su cuarto. En otras, se levantaba, daba a los mocosos los últimos caramelos, y bamboleándose, se iba conventillo adentro,, […]" (Los hombres obscuros. Guzmán, Nicomedes, 1914-1964. Santiago : Eds. Yunque, 1939. Página 91 [2])