"Su hermana Dorila, menor que ella, pues contaba diez y siete años, de estatura media, delgada y flexible como un gajo de membrillo, morocha pálida de ojos pardos muy vivos y penetrantes, muchas cejas, fosas hondas y oscuras, nariz de alas abiertas, boca grande de labio inferior carnudo, un lunarcillo sombrío cerca del hoyuelo de la barba, el pabellón de la oreja pequeña bien ajustado al rostro, cabellera negra abundosa cuyas trenzas formaban en sus extremos como penachos de crespas hebras, y pie bien ceñido al zapato era una joven nerviosa e inquieta". Acevedo Díaz, Eduardo (2002 [1890]) Nativa. Alicante: Universidad de Alicante,
"Entre la sementera verde reía la cara morocha de una chinita, y una mano burlona me dijo adiós, mientras encolerizado seguía mi camino interrumpido por el miedo grotesco." Güiraldes, Ricardo (1983 [1926]) Don Segundo Sombra. Madrid: Ayacucho, p. 179
"A Mangacha le salieron dos auroras en las mejillas. Era acentuadamente morocha, tirando a china. Mirándola de cerca, bajo la epidermis turbia parecía tener otra piel rosada." Reyles, Carlos (1969 [1932]) El gaucho Florido. La novela de la estancia cimarrona y del gaucho crudo. Madrid: Espasa-Calpe, p. 52–3
"—¡Ay, no, niña Anita: la madre no era una mala mujer... Desgracias... Ya ve lo que le pasó, como usted misma dice, al reverendo ese, que la Aniceta fue y tuvo morochos y salieron diciendo ¡ay Dios, qué gente!, que y que uno había salido con corona... No veis, mi'alma, cómo algunas criaturas nacen calvas." Pocaterra, José Rafael (1991 [1918]) Tierra del sol amada. Caracas: Monte Ávila, p. 36–7