«Padecían peste los atenienses, y habiendo respondido la pitonisa que se lustrase la ciudad, enviaron a Creta con una nave a Nicias, hijo de Nicérato, para que trajese a Epiménides.» Laercio, Diógenes. «Epiménides», Los diez libros de Diógenes Laercio: Tomo I, traducción de D. Josef Ortíz y Sanz (1792).
«Sucedió así que fue [Querofonte] una vez a Delfos y se atrevió a preguntarle al oráculo lo siguiente [...]. Le preguntó, en efecto, si había alguien más sabio que yo. La pitonisa le respondió entonces que nadie era más sabio.» Platón (2015 [399 a.C.]). Apología de Sócrates, 9ª edición, trad. Alejandro G. Vigo, Chile: Universitaria, 45. ISBN 978-956-11-2078-5.
«Por fin, venciendo apreturas y dando tumbos sobre el infame piso de Madrid, llegó Ibero a la calle de Segovia, donde fue su cruel pitonisa la portera del número 3, que le soltó este oráculo triste: «Los señores han ido a la vendimia. No puedo decirle si hoy están en la Villa del Prado o en Méntrida. No se canse en subir, pues no hay nadie en la casa».» Pérez Galdós, Benito (1907). «Capítulo XXXII», La de los tristes destinos.
«-¿Crees tú que Saldaña me vuelva a amar? -preguntó Zoraida, a quien esta parte de la profecía había conmovido y hecho temblar hasta las entrañas. // -¿La hembra del mastín, no se ayunta con el lobo? -respondió la pitonisa-. Pero guárdate también de que no te devore; guárdate, y teme que no maldigas algún día la hora fatal en que te has hallado conmigo.» de Espronceda, José (1834). «Capítulo IX», Sancho Saldaña.