Los orígenes de la fábula del cocodrilo que llora por las personas que devora se extienden hasta el 400 d. C. De una transformación semántica de dicha fábula (que el cocodrilo llora para atraer a sus víctimas) surge este proverbio (registrado hacia el año 1500 en el Adagia ("proverbios") de Erasmo de Roterdam, ver ejemplo más abajo).1