«Cada estatua habla y habla; // y la tía azota cual tabla. // La nariz ya la asfixiaba // como boa que la apretaba. // A cada burda ambición // le crecía el narigón.». Domínguez Hidalgo, Antonio (1971). Anticuentos en verso.
«Lucas era en aquel entonces, y seguía siendo en la fecha a que nos referimos, de pequeña estatura (a los menos con relación a su mujer), un poco cargado de espaldas, muy moreno, barbilampiño, narigón, orejudo y picado de viruelas. ». de Alarcón, Pedro Antonio (1874). «capítulo XXXIII», El sombrero de tres picos.