(...); y, habiendo andado más de dos horas por él, buscándola por todas partes sin poder hallarla, vinieron a parar a un prado lleno de fresca yerba, junto del cual corría un arroyo apacible y fresco; tanto, que convidó y forzó a pasar allí las horas de la siesta, que rigurosamente comenzaba ya a entrar.Miguel de Cervantes Saavedra. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Parte 2, capítulo XV. 1605.