"Levanté los ojos y ví una fachada blanca con ventanillas enrejadas y una cruz en lo alto, y entonces, al contemplar en aquella paz de claustro católico como un rincón de la patria recuperada, el abrigo y la consolación, de mis párpados cansados rodaron dos lágrimas mudas." de Queiroz, Eca (1903) El mandarín. Barcelona: Maucci, cap. VI